Un país se construye en los hogares y en las escuelas. No hay mejor antídoto contra el fanatismo que una educación sustentada en el amor y en la cultura, en la sabia y profunda síntesis que te aporta el conocimiento y la convivencia con el hermano.
El futuro de los pueblos, de la humanidad en su conjunto, depende de la capacidad de amar de los ciudadanos, hombres y mujeres, que poblamos la faz de la Tierra. Las iras, los egoísmos, los absolutismos, las heridas, las venganzas, las envidias, los fracasos, los complejos, las capacidades, virtudes y dones… se afrontan en casa y en la escuela.
Educación y familia. No hay mejor inversión ni más importante para un gobernante, para una sociedad
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A country is built at home and in schools. There is no better antidote against the fanaticism that an education based in love and culture, in the wise and profound synthesis that provide knowledge and coexistence with brother and sister.
The future of the people, of the all humanity, depends on citizens, men and women inhabitating the face of the world’s ability to love. Wrath, egoisms, absolutisms, wounds, revenges, envies, failures, complexes, capacities, virtues and talents… are faced at home and at school.
Education and family. There is no better investment nor a most important one for a ruler, for a society.
Todo lo demás se desenfoca cuando te tengo delante. Atraes lo más profundo de mi mirada y lo mejor que guardo dentro.
Contigo sé lo que significa hacerse grande abajándose. Tú me enseñas a ser plenamente dándome por entera.
Tus manos, pequeñas, tienen todo lo que necesito. Tus pies, inseguros y jugosos, me muestran la senda que quiero caminar.
No hay sonrisa tuya que no quiera para mi, ni abrazo que no valga el mundo entero. No hay gesto tuyo que no me cautive ni tristeza que te afecte que no desgarre mi corazón.
Toma mi mano. Es para ti. Te la regalo. Para cuando tropieces. Para cuando pierdas el equilibrio. Para cuando no sepas por dónde ir. Para cuando necesites levantarte. Para cuando requieras esa caricia que se te niega. Para cuando te hayas olvidado que Dios, como yo, ama como sólo una madre sabe hacerlo.
En la soledad del velatorio, te miro y saboreo la paz de tu rostro. Desolado por tu falta, los recuerdos martillean mi mente…
«- Hijo, exprime cada día. Vive cada minuto apasionadamente. Quémate los dedos si hace falta. Vacíate y entrégate sin reservas por aquello que merece la pena. Sólo así serás feliz y harás feliz a los que te rodean.»
En la soledad del velatorio, te beso por última vez, mamá. Profundamente agradecido, con el corazón lleno de amor, al calor de la inmensa llama que ya has prendido en el cielo.