«La vida se la juega uno en las decisiones…», me decía mi madre cuando era pequeño, «… sobre todo en las decisiones que uno deja de tomar». Qué razón tenía mi vieja. Me he pasado la vida dejando que todo pasase por delante por miedo a optar, por miedo a apostar, por miedo a salir. Ya no quiero seguir mirando, aterrado, el mundo.
Salgo a pie. Sin mucho equipaje pero con la mirada fija. Sin saber adónde pero con la certeza de que aquí no puedo permanecer ni un minuto más. Seguro de que, en algún sitio, mi vieja se sonríe con orgullo…
Estás dormido y no puedo dejar de mirarte. No consigo conciliar el sueño. Todo me preocupa demasiado, incluido tú.
Amarte es un auténtico combate con mi soberbia. Es una lucha constante contra lo peor de mí, que envenena nuestra relación. Amarte me obliga a salir, a despojarme de mí misma, a ser aquello que nunca imaginé ser. Amarte me obliga a perder el control y eso me hace sentir tan vulnerable…
Te pierdes. Demasiadas veces para mi gusto. Te pierdes. Y no siempre es sin querer…
¿Quién eres? No te reconozco. Eres eso que nunca quise ser: apariencia, envoltorio, mentira piadosa.,, No me gustas pero no sé cómo cambiarte. No te soporto pero eres el mejor de mis compañeros de camino. No te acepto pero te elijo cuando el mundo se pone feo.
¿De qué lado del espejo está la verdad? ¿Quién es el estafador? ¿Quién es más digno de ser amado?