– ¿Cómo te llamas? Yo soy Juan…
Silencio.
– ¿Puedo jugar contigo?
– No.
– Papáááá. no quiere jugar conmigo…¿Por qué se le hace tan difícil a algunos abrirse al cariño? ¿Puede uno jugar solo en un parque? – me pregunto mientras calmo el desconsuelo de quién no entiende todavía el rechazo…
Por qué compartir cuando no tengo motivación con alguien que no conozco? Qué entregar y como hacerlo? Creo cuesta compartir desde el ser, entregar lo mejor o lo que creemos que es lo mejor… Más cuando no recibes eco, respuesta…
En esa dinámica de «encuentros y soledades» a veces me he sentido como el niño que no quiere compartir. Mi necesidad de soledad -algunas veces- no es comprendida del todo por quienes están alrededor. Percibo los reclamos silenciosos, la molestia, y quizás cierto sentimiento de ser dejados de lado.
Algunas veces puede ser que estar a destiempo de otro,nos haga experimentar rechazos que no son tales, momentos de desencuentro, de necesidades diferentes.
Uff, me movilizó porque tuve un diálogo real con alguien justamente en estos días tocando muy de cerca esta cuestión.
Quizás la clave en estos casos esté en el cómo le decimos al otro que de momento «no tenemos ganas de jugar»; y en cómo escuchamos cuando se nos dice que por ahora NO se quiere compartir con nosotros.
Un abrazo!
Claro que un niño puede jugar solo en un parque.
Ellos todavía tienen imaginación.
Y sino siempre estará con un adulto que pueda contagiarse de ella, aunque de pereza llenarse los zapatos de arena.
En cuanto al .- No … o a la postura elegida de soledad o de no compartir, todo depende del tono en el que se diga y de los gestos que lo acompañen ..
.- Hoy no, a lo mejor otro día o simplemente un No pero con sonrisa; causa un efecto completamente diferente.
Un abrazo
Ana