Dicen que somos iguales y nos mutilan. Nos despedazan sin piedad. Quitan de aquí y de allá y nos convierten en producto de mercado, en motivo de lucha política, en ideología.
Dicen que somos iguales y nos abajan, nos abandonan a la suerte de tiras y aflojas.

¿Iguales? Sí. Pero completos. ¿Iguales? Sí. Pero distintos. ¿Iguales? Sí. Pero con capacidad de encontrar en el otro unos brazos que abracen a los míos.
Iguales, claro. En valor. En dignidad. En derechos. Iguales a los ojos de Dios.



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