Apenas sin reparar en nada tiro la mochila sobre el sofá, como siempre. Me desprendo de mis zapatos y noto como la sangre les devuelve su forma natural. Siempre me ha encantado caminar descalzo, me da una libertad que me reconcilia conmigo mismo. Camino despacio quitándome la ropa que cae a un lado y otro hasta que llego al baño. La imagen de alguien que no reconozco me responde desde el espejo. Le guiño un ojo y le digo –no te preocupes, mañana irá mejor.