#Narraluz 54

#Narraluz 54

Tengo ganas de volver. Cada día más. Tengo ganas de volver.

Tengo ganas de escuchar las gaviotas. Tengo ganas de ir a misa a S. Jorge. Tengo ganas de tomarme un chocolate con churros con mamá. Tengo ganas de pasarme la noche hablando de la vida con mi amiga del alma. Tengo ganas de pasear de adulto lo que paseé de niño. Tengo ganas de tomarme una tapa a la sombra de María Pita. Tengo ganas de andar los pasillos de mi cole y saborear cada recuerdo, cada rincón. Tengo ganas de ser coruñés en Coruña, de nuevo. Tengo ganas de llorar y que mis lágrimas rompan con las olas del Atlántico. Tengo ganas de celebrar el sol y maldecir la niebla.

Tengo ganas pero… Dios me quiere aquí.

#Narraluz 39

#Narraluz 39

Cuando S. Pedro me abrió las puertas ya era tarde. Aunque en el cielo no existe el tiempo, tuve la sensación de que me estaban esperando.

Detrás de aquellas puertas estrechas se abrió ante mi una avenida de anchura desmesurada, fácil de recorrer. Era una avenida recta, sobria pero alegre en sus detalles, llena de flores, jardines y enmarcada por largas hileras de viviendas, cada una de un color y comunicadas unas con otras. Daba la sensación de ser una gran y única casa en la que todos los habitantes compartían lo que les quedaba de vida eterna.

De pronto, una música empezó a sonar y decenas, ¡cientos!, ¡miles! de niños empezaron a salir de las casas. Cada uno llevaba una camiseta del mismo color que la vivienda de donde salían y cada camiseta llevaba el que, presupuse, era su nombre. Distinguí a Ignacio, a la pequeña santa de Lisieux, al espigado Calasanz, a Karol… Luego reconocí a un grupo en el que me pude reconocer también a mi… ¡mi padre! ¡mamá! ¡abuelos! Vi a Francisco con sus animales, a Teresa, a Pablito de Tarso, a Isidro vestido de chulapo…

El cielo era, sin duda, mejor de lo que me había imaginado. Una sinfonía de colores. Un patio de juegos. Una ciudad eterna habitada por los niños que un día fuimos.