Todas las mañana nos vemos. Parece una paradoja, pero no soy capaz de decir quién ve más allá de lo que pasa por delante de nuestros ojos.
Tras su ventanilla y sus cupones, Juan está al tanto de todo lo que sucede en el barrio, conoce a todos los que vivimos en él y es capaz de adivinar si algo va mal sólo con escucharnos…
Yo, en cambio, llevo un perro lazarillo que me saque de mi soledad y me lleve al encuentro del cariño.
– Buenos días Juan. ¿Cómo va todo?
– ¡Buenos días Paco! Pues ya ves… ¡Repartiendo alegrías!


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