Sed. Eso es lo que provocas en mí. Sed.

Me conoces tan bien que eres capaz de sacarme de la madriguera en la que me escondo cada cierto tiempo. Te acercas y con tu sola mirada, clavada en mis ojos, consigues que mi alma arda en deseos  de beberse el mundo. Sed.

Me rescatas del torbellino donde el mundo me lanza, me liberas de todas las ataduras ficticias que acabo creándome, escuchando a unos y a otros. Tú eres distinta. Una palabra tuya me extirpa del sistema y me hace ser yo, tan sólo yo. Me recreas, como el mar suave que hace nueva la arena que toca.

No sé si eres real o tan sólo una ilusión. ¡Pero existes! ¡Existes sin duda! Y gracias a ti, existo yo.